Cecilia Bartoli nos catapulta al nirvana

Nunca creí ser un mitómano, sin embargo me llaman el idólatra incorregible. La siguiente mezzosoprano italiana es mi musa. Si no fuera por la diferencia de edades, me habría enamorado en un abrir y cerrar de ojos. Estaréis pensando que este texto es una cursilada. Pues, en efecto. Ya lo siento, pero, cuando recuerdo a semejante artista, me patina hasta la última neurona.

Primero, quisiera decir que me parece una señora apasionante. Físicamente, sobran las palabras. Además de atesorar una gran belleza natural, su cuerpo guarda las proporciones perfectas. La veo en televisión y siento que una de Las Gracias se ha escapado del lienzo. En fin, sin comentarios. Dejemos a Boticelli descansar tranquilo.

También la considero una mujer adorable. Este dato es de vital importancia en el caso de los artistas. ¿Por qué? Muy sencillo. Nosotros, por ñoño que suene, hacemos música desde dentro. Poner los dedos en las teclas del piano no tiene mucho mérito. El asunto cambia al proyectar sensaciones. Las buenas personas transmiten una paz sin parangón a través de su trabajo. No hay diferencias entre el heavy metal o la jota aragonesa.

Escuchar una entrevista suya no tiene desperdicio. Nunca habla desde el púlpito y los relatos biográficos que comparte son realmente graciosos. Evita el avión. Si nada se lo impide, le gusta utilizar el coche y los trenes. Así indaga en las diferentes culturas que visita. Carece de aenafobia y afecciones similares. Es la humildad personificada.

Ahora, me ocupo de la música. ¿Qué decir de una bestia escénica como la Bartoli? Desde mi tímido y sincero punto de vista, merece un lugar predominante en el Olimpo de las Divas. Muchas se cuelgan el cartel, pero sólo ella puede lucirlo sin alardes. La sangre fluye a borbotones por esta indómita romana. No es la típica tibia de fular al cuello que canta con languidez la Vocalise. Se moja en las interpretaciones. Si no me creen, acudan a la fonoteca y roben su penúltimo álbum: Opera Proibita. Oír alguna de las pistas garantiza una subida de azúcar momentánea. Me hubiera gustado que las fotos del librito informativo se hubieran editado en tamaño póster. Con eso, lo digo todo.

Hay cualidades musicales que la ascienden al clímax de la excelencia. A pesar de ser mezzosoprano, cuenta con agudos consistentes a los que sube fácilmente. El vibrato está muy cuidado, es decir, lo mide de maravilla según las circunstancias. Ejecuta los trinos con meridiana claridad. Lo más relevante es su tiembre. En el caso de que hubiera una voz dulce, ésa sería la suya. Con el don que Dios le ha otorgado, Cecilia Bartoli es capaz de persuadir al mismísimo Kurt Spang. Si me exhortase cantando: ¡Joven!, corre en paños menores por la Ciudadela... sujetadme, os lo ruego.

Tras el elogio os preguntaréis qué pinta la señora en un weblog de actualidad. Sencillísimo. Acaba de presentar un nuevo disco. ¿Es tan importante? Por supuesto, ya que lo dedica a una de las mejores mezzosopranos que nos ha dado la historia. Se trata de María Malibrán, para más inri española. Compositores como Mendelssohn le dedicaron piezas vocales.

Os dejo un pequeño regalo. Es una obra interpretada por Cecilia Bartoli. Se titula Lascia la spina, cogli la rosa . Si en un futuro yo muriese, no me importaría terminar mis días escuchándola. Disfruten y agárrense bien los pantalones. Más de uno los perdimos con tanto deleite.

¡Viva la prima donna!

Dedicado con cariño a M. C. G.

Fuentes:

elpaís.com : Bartoli resucita el arte de María Malibran

Entrevista en el MAGAZINE de elmundo.es : "Hay muchas sopranos de piernas largas que no dicen nada"

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Cecilia Bartoli, Opera Proibita, Maria (nuevo disco), DECCA